sábado, 1 de diciembre de 2012

Egoísta. Mi deseo por ti, egoísta. La verdad de mi pasión, tu angustia. Los bostezos de la normalidad, nuestra tumba ¿Cómo manejo ahora la distancia? ¿Me conformo con el extrañamiento? Nunca. El extrañamiento es sintomático. No me conformo. Hasta para olvidarte, quiero ser revolucionaria, quizás mi emancipación sea aceptar esta condena ¿En qué error incurre el amor cuando no se deposita?¿Qué hogar entre mi cuerpo y tu cuerpo le corresponde a estos sentidos? Inquietud de espíritu fueron los días de tu compañía, desesperación de la piel los de tu ausencia. Pasar la página, seguir con tu vida, darlo por superado, quedarse marcando ocupado, patetismos de patetismos. Gentilicios de molde. Nadie bebió como yo de tu cuerpo hasta trastornar los límites del desenfreno. No rozaron los ojos de otros esa verdad palpitante de tus descuidadas posturas. A nadie más indujo tu tararear un fanatismo religioso. Devuélvanme la vida, mi libertad de consumir la libertad de un otro, un otro que tras mi mediación constata su presencia. No tengo ánimo de conquistar a nadie. La bandera del país de mis caricias no te cabe en el entrecejo. El peligro de mis atractivos puede ocultarse en mi desgano. Ustedes los que me temen, han de saber que ya me han consumido. La primera realidad de vuestra decadencia son los límites de vuestros afectos, los únicos crímenes que no cometemos son los del enamoramiento. En ellos encuentro yo la verdad alzada de mis entrañas y con ustedes encima maldigo mi naturaleza humana. Apártense de mí pecadores de la cobardía, conozco el límite entre la construcción del sentido y el imperialismo de la bondad. Si pudiera tender el peso de mi cuerpo sobre el tuyo te lo explicaría todo en un doloroso instante.

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